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Sociedad
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La Compañía de Títeres Rosete Aranda

El teatro y, en general, las artes escénicas son espectáculos que han gozado de gran popularidad en México desde hace varios siglos. Sin embargo, pocas veces nos percatamos de que existen empresas detrás de estos montajes que hacen posible que este tipo de entretenimientos llegue al espectador. Éstas realizan las mismas labores de cualquier otro negocio: se encargan de administrar las ganancias, pagar a los actores y actrices, firmar contratos, pactar giras, entre muchas más. La Compañía Rosete Aranda, dedicada al teatro guiñol, fue una de las más conocidas y tradicionales de nuestro país.

Su antecedente lo encontramos en la Empresa Nacional de Autómatas, fundada en Huamantla, Tlaxcala, en 1835, la cual fue organizada por cuatro miembros de la familia Aranda, quienes habían sido alumnos destacados de un titiritero italiano de apellido Quino. Con el tiempo, la compañía cambió de nombre a Empresa Nacional Mexicana de Autómata Hermanos Rosete Aranda tras la unión matrimonial de una de las fundadoras, María de la Luz Aranda, con Antonio Rosete en 1850. Ana Garduño Ortega indica que los descendientes de la pareja trasladaron su espectáculo a la Ciudad de México durante las últimas décadas del siglo xix. Esto les permitió alternar sus presentaciones en su sede capitalina con giras nacionales e interamericanas, lo que les proporcionó el prestigio que se mantuvo intacto durante toda la primera mitad del siglo xx. La complejidad técnica de sus puestas en escenas, aunada a la destreza de los titiriteros, les ganó la simpatía del público y también de las autoridades culturales de entonces, que consideraron a los títeres un medio más para difundir la ideología nacionalista de la posrevolución. 

De esta manera, la Compañía Rosete Aranda tuvo una importante presencia en los círculos oficiales y en los populares, donde continuaron ofreciendo funciones en las cuales ocupaban hasta cien marionetas en una sola escena, en donde además utilizaban fuegos artificiales. Las temáticas eran sencillas y acordes con la época, con títulos como El panadero y la muchacha de la escuela, Don Folías del pescuezo largo, La vuelta al mundo por Mamerto, La bendición de un santo, Las fiestas del centenario de la Independencia o Las batallas del 5 de mayo. Por desgracia, la compañía desapareció formalmente en 1941.